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sábado, 18 de febrero de 2012

Reconocer la fuerza en la debilidad

Muchos perfeccionistas piensan que deben ganarse el afecto y el reconocimiento con su excepcionalidad. Una filosofía alternativa postularía que son nuestros puntos débiles y nuestros defectos los que, realmente, nos convierten en personas humanas dignas de ser queridas. Podemos admirar o sentir celos de una persona –pero nunca amarla- por sus éxitos o sus logros. Una persona que fuera perfecta y no cometiera jamás fallo alguno sería difícil de querer.
 La fragilidad es algo esencial en nuestra condición humana. Todos los seres humanos somos intrínsecamente frágiles e imperfectos. No obstante, nuestra vulnerabilidad –nuestros errores y fracasos- pueden constituir una fuente de fortaleza si les plantamos cara y los aceptamos. No es más fuerte el que esconde su debilidad, sino aquel que la acepta con humildad y se atreve a mostrarla. Pero, podríamos argumentar, ¿no es más fuerte el que no tiene debilidades? La respuesta es que tal ser humano no existe, es sólo producto de la fantasía y del temor colectivo a mostrarnos tal como somos pues, indudablemente, todos tenemos nuestros puntos débiles, nuestra zona oscura, cosas de las que nos avergonzamos, que no nos gustan de nosotros mismos, que daríamos cualquier cosa por cambiar. Por otro lado, lo que una persona considera una debilidad puede que para otro no lo sea, o lo sea menos, o que incluso le guste: a menudo, somos poco objetivos para vernos a nosotros mismos.

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