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jueves, 12 de julio de 2012

Poesía necesaria como el pan de cada día


En estos momentos oscuros, difíciles, durísimos que estamos viviendo todos, con continuos recortes y amenazas de recesión, sin ningún horizonte a la vista, la poesía es más necesaria que nunca como antídoto contra esa ola de pesimismo generalizado, para airear un poco el ambiente tóxico que estamos respirando día a día, para dejar entrar un poco de aire fresco a nuestras vidas. Para esta ocasión, hemos elegido un poema de Gabriel Celaya: “ La poesía es un arma cargada de futuro”:

Cuando ya nada se espera personalmente exaltante más se palpita 
y se sigue más acá de la conciencia 
fieramente existiendo, ciegamente afirmando, 
como un pulso que golpea las tinieblas, 

cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte, 
se dicen las verdades: 
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que siento excesivo.

Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.

Poesía para pobre, poesía necesaria,
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir quién somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno. 
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mi a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales me ensancho.

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo que por eso con técnica, que puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

 Cuando el autor, Gabriel Celaya, se refiere a la poesía, cuando dice por ejemplo “poesía para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día, como el aire que exigimos trece veces por minuto”, etc.  creo que deberíamos entenderla en un sentido amplio. No limitarla tan sólo a poemas o composiciones en verso más o menos logradas sino verla también en todo aquello que ensancha nuestros corazones, que ilumina nuestra cara, que nos da ilusión y esperanza, que le da sentido a nuestros sufrimientos, que nos hace levantar la vista del suelo y mirar más allá hacia el horizonte lejano, que nos muestra la belleza del mundo. En este sentido, poesía sería para mí también contemplar una bella puesta de sol, escuchar una música que nos exalta el corazón, ilusionarnos con un proyecto, enamorarnos, ayudar a otro ser humano, pensar que otro mundo es posible…

Podemos leer la poesía, por supuesto, pero mejor todavía escucharla. De muchos es conocida la versión cantada de Paco Ibáñez, pero he elegido una versión menos popular seguramente, y no por ello menos emotiva, la interpretada por nuestro querido cantautor y poeta Joan Manuel Serrat:

Alguien dijo que las palabras pueden ser más fuertes que las balas: ¿quién podría dudarlo después de escuchar esta bella composición poética?

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