-
Aceptarnos a nosotros mismos. No
está reñido con una actuación continuada para modificar los aspectos
mejorables.
-
Abordar sólo los temas que puedan
solucionarse. Los sucesos negativos del pasado, por ejemplo, ya no tienen
solución y, por tanto, no vale la pena malgastar la energía en ellos.
-
Recordar los éxitos pasados, no
los fracasos.
-
Planear las metas en forma de
conductas que dependen del esfuerzo personal, no como exigencias rígidas e
inalcanzables o como producto del azar. Planteamiento inadecuado: “mi marido/
mujer debería escucharme más”. Planteamiento adecuado: “voy a esforzarme por
mejorar la comunicación con mi marido/ mujer”
-
Fijarnos pequeñas metas positivas
que estén a nuestro alcance. El éxito en pequeñas cosas nos hace sentir bien
con nosotros mismos y fomenta la motivación para conseguir otras metas más
difíciles.
-
Potenciar el contacto social con
personas agradables y rehuir el contacto con personas desagradables (en la
medida de lo posible, claro)
-
Evitar vivir sólo en función de
deberes y obligaciones. Aprender a disfrutar del ocio y a mimarnos, de una
forma sana.
-
Evitar exigencias excesivas: con
nosotros mismos y con el mundo en general. Procurar ser más flexibles y
benevolentes sin caer en el extremo de la dejadez o pasotismo. Ponernos
exigencias razonables.
-
Aprender a cambiar el diálogo
interno, aquello que nos decimos a nosotros mismos, de una forma que contribuya
a un mayor bienestar personal y a la consecución de metas valiosas para
nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario